Salgo de mi casa de un portazo, que
apenas escucho gracias a Arctic Monkeys. Comienzo a caminar en mi videoclip
disfrutando de mi propia banda sonora. Hace sol y aunque haga frío el calor lo
pongo yo. Poco a poco me deslizo por la calle como un gato, desconfiado y
mirando a mi alrededor.
Últimamente la soledad me apodera
más de lo que me gustaría, y mi ansia por el calor de alguien me abruma. No son
pocas las desconocidas que han estado en mi cama imaginaria, y son todas las
conocidas las que han descubierto mi lado más salvaje, desgraciadamente de una
forma también imaginaria.
Pero aquí estoy yo rebosante de
vida. Esperando mi oportunidad y olvidándome de todo. Siento como me muero de
hambre y no encuentro nada que comer. Estoy en un desierto soñando con oasis
que no existen. Mis labios están resecos indefinidamente y ni siquiera llueve.
Mi danza de la lluvia asusta a
las diosas y ellas por venganza hacen que salga el Sol. Me lamento y miro al
cielo, pero este me devuelve el calor de las quemaduras en mi piel. Quemaduras
que me recuerdan que no estoy en una pesadilla, sensación que me ata a la
realidad.
Mirando al suelo paseo, inmerso
en mi interior. Ni mi alma consigue vagar porque se ha convertido en un puzle
sin hacer. No sé qué hacer, no sé en qué pensar, ni sé a dónde ir, y a la
vuelta de la esquina un bar.
Una birra por favor. Y ésta baña
mi garganta, despierta mi hambre y renace mi sed.
Me fijo en una mujer rubia, más o
menos guapa y que sonríe mientras habla por teléfono. Algo en ella me enamora,
últimamente es extraño que cualquier mujer no lo haga. Cuando se guarda el
móvil en el bolso me acerco y le hablo. Le digo la típica gilipollez que le
dices a una desconocida a quien te quieres follar. Ella sonríe. Me siento. La
hago sentir cercano sin parar de hacerla sonreír. Todo es genial. Nos miramos y
sabemos dónde estaremos dentro de un rato.
En cuanto cierro la puerta
bailamos la danza de desnudarse sin parar de besarnos. Supero la fase del
sujetador con habilidad, pero al quitarme los tejanos me tropiezo y casi me
caigo. No tardamos en volvernos a enganchar como animales salvajes. El calor
nos envuelve en mi fría habitación, las paredes y los muebles comienzan a
sufrir nuestra pasión, pero es mi cama la que se lleva la peor parte. Ella
chilla como nunca y me gusta, y la chica disfruta en silencio de los
estiramientos mientras pienso en acabar con su silencio.
Después de saberme el mapa de su
cuerpo, y aun hambriento, la devoro como un carnívoro. Me siento como un
troglodita pero sin nada en las manos y es cuando no respondo de mí…
Soy un hombre lobo y acabo de
romper mis grilletes y escapar de mi celda.
Nada me detiene. La miro
fijamente y consigo romper su silencio. La trato casi con violencia, ella
enloquece y yo muerdo. Mi pelaje se vuelve sudoroso y pasan las horas. El
efecto desaparece.
Tranquilo y humano, la abrazo.
Ahora todo es frío. Una mujer desconocida invade mi cama. Aun así le mendigo
cariño y me siento pobre. La abrazo y cierro los ojos, escucho un ruido y me
giro.
Abro los ojos y allí esta él.
Altanero y musculoso. Ella guarda el móvil en su bolso y le sonríe. Se besan y
se van. Miro en frente. Mi birra agoniza. Otra más por favor.
Zopenko Smith '14