Me deslicé por entre la puerta
abierta, y una clase abarrotada de nervios se me apareció. Moviéndose de un
lado hacia el otro, formaban un murmuro constante que rebosaba por las ventanas
abiertas.
La figura del diablo caminaba
atemorizando a cada paso. Su sonrisilla malvada dibujaba una mueca rara en su
rostro y su voz resonó para indicar el fin de nuestros recuerdos escritos.
Hoja a hoja, lentamente, un
dominó de palabras juiciosas invadían la clase. Cuando las leí, fue cuando
pasó. Justo en el momento en el que comenzaba a recordar, tres niños con
cuchillos entraron en aquél infierno. Nos amenazaban furiosamente, con su
cuchillo en el pescuezo. Poco a poco regalimaban pequeñas lágrimas infernales
por aquél cuchillo temeroso, mientras tanto, intentaba recordar…
Los otros dos niños merodeaban
por clase, endiablados, haciendo ruido y destrozándolo todo. Pero aquel niño me
miraba fijamente con ojos de rabia, mientras mi vida jugaba con su hoja
carmesí. Comencé a recordar… en mi mente desierta comenzaba a lloviznear.
De repente, un trueno atroz e
ideal, partió la clase en dos. Dos niños cayeron por aquella enorme fisura,
pero el que me amenazaba todavía me miraba con gran odio y rencor.
Le miré a los ojos, y me di
cuenta que tan solo era un niño. ¿Qué diablos iba a hacer con un cuchillo, sino
creer que juega?, así que me relajé e intenté conversar con él. Pero cuando me
fijé bien, no lo pude evitar, cogí el cuchillo por la hoja, bien sujeto, de
forma que aquella cruel hoja despiadada de plástico me hiciera un pequeño corte
inocente.
Sonreí al chico y lo cogí de la
mano. Me fijé que el otro niño todavía vivía, sujetado a la repisa estaba
suspendido en el aire. Lo ayudé a subir, y también lo cogí de la mano, y
juntos, se los entregué a aquél tío con dos cuernos malpeinados. El tío tenía
la paciencia de un santo, puesto que por lo menos tenía a cien niños calladitos
y buenos a su lado.
Ahora solo el silencio de pocos reinaba la sala, y yo, tranquilamente y con una sonrisilla de niño de feria grabado en la cara, me dispuse a salir por aquella puerta gigante, que otorgaba la libertad.
Ahora solo el silencio de pocos reinaba la sala, y yo, tranquilamente y con una sonrisilla de niño de feria grabado en la cara, me dispuse a salir por aquella puerta gigante, que otorgaba la libertad.
Zopenko Smith
Ufff!! Se te ponen los pelillos de punta! Qué malo es el estrés de los exámenes! jeje! Muy bueno, Zopenko!
ResponderEliminar(Abol Zoref)
Como siempre, muy bueno. Aunque este se me ha hecho a poco en comparación a lo que haces siempre. Me ha gustado :)
ResponderEliminarla historia es tuya??
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios!!! :D.
ResponderEliminarA Abol Zoref: Muchas gracias!! El estrés de los exámenes saca lo peor de nosotros, aunque alguna vez también saca lo mejor! ;)
A Dragonfly: Tienes razón!! Es diferente a lo que suelo hacer, pero se me ocurrió nada más salir del examen y tuve que plasmarlo en papel! XD!
A Anónimo: Si, la historia es mía. Ha sido una forma diferente de ver el momento en el que hice un examen en la universidad. Un saludo!
Gracias!!