jueves, 24 de enero de 2013

Noche de Perros



La noche despejada arrancaba tiras de piel del cuerpo, mientras abrigado paseaba Juan por las calles. La luna se alzaba prominente casi apoyada en un tejado, y el sonido de un gato maullando se percibía.
No sabía lo que le había empujado a dar aquel paseo nocturno, de los que él no acostumbraba hacer, pero en su casa las ideas, la imaginación y la invención se amontonaban en su mente, y en la habitación donde llevaba horas intentando conciliar el sueño estaba impregnada de él.

Tenía frío, su ropa no era suficiente para refugiarse de la brisa helada que parecía traspasarle como si fuera un alma en pena que vagaba. Pero le daba igual, pues necesitaba de ese espacio para poder hacer volar su cabeza hasta las estrellas, y para que todo su mundo interior se proyectara utilizando el cielo de pantalla.
Solo sus pasos se repetían en las calles, y fueron estos mismos los que le condujeron hasta el puente de aquel pueblo, el mismo donde algunos días se detenía para observar la afluencia del río, del cual ahora solo escuchaba. Posiblemente él ayudaba a que éste subiera, pues sentía como se deshacía.

Prosiguió con su paseo, el pueblo terminaba, y el bosque lo comenzaba a cubrir con su techo de árboles y sus paredes de troncos. La oscuridad se abalanzaba sobre él cuanto más se alejaba del pueblo, hasta que sus ojos derrotaron a aquella ceguera temporal que le permitía distinguir bultos.

El camino lo conocía, puesto que de niño siempre jugaba en él, y poco tardó en encontrarse con una casa semiderruida. Hacía meses que Juan no pasaba por allí, demasiados. La casa no era ni la sombra de lo que había sido, la maleza había cubierto el exterior casi por completo de madreselva y parecía que la agarrase en su regazo. La casa a gusto entre ramas, parecía haber muerto en esa posición.

Juan entró sin pensarlo, aun viendo como los recuerdos salían de ella como seres vagando, arrastrando los pies en cada paso, con su mirada gélida e inexpresiva. Llevaba tiempo pensándolo, ya no podía aguantar más. Desde aquél día no había vuelto a pisarla, y desde entonces las pesadillas y el insomnio se habían apoderado de él.

De repente, al entrar escuchó un ruido, Juan asustado, se quedó quieto y callado, y notó como algo se abalanzaba sobre él. Cayó al suelo y lo vio a él, no se lo podía creer, rápidamente se escabulló de sus brazos y comenzó a correr. Juan se levantó y comenzó a perseguirle gritando su nombre.

Las lágrimas se agolpaban en sus ojos y se resbalaban por su mejilla, dejando un haz mojado a su paso, Juan sonreía. Jackie entró en el pueblo y Juan intentaba alcanzarlo. Jackie se detuvo delante de una puerta, y Juan lo abrazó con todas sus fuerzas. Pero solo notó frío en su abrazo, de hecho, solo notó como se abrazaba a sí mismo.

Jackie estaba mirándolo a su lado con pena y le ladraba en silencio mientras parecía que señalase la casa a donde había parado. Juan miró dentro y se dio cuenta que había gente en el patio. Comenzó a escuchar unos alaridos y se percató que lo que en realidad estaba vislumbrando era el parto de una perrita. Se volvió sonriente hacia Jackie para corroborar sus sospechas, pero éste ya no estaba.

Su sonrisa cesó, pero un pequeño sonido captó su atención y algo comenzaba a olisquearle el zapato, y al mirar se topó con un Jackie en miniatura que confirmaba sus sospechas.

Zopenko Smith '13