lunes, 8 de diciembre de 2014

Hambriento




Salgo de mi casa de un portazo, que apenas escucho gracias a Arctic Monkeys. Comienzo a caminar en mi videoclip disfrutando de mi propia banda sonora. Hace sol y aunque haga frío el calor lo pongo yo. Poco a poco me deslizo por la calle como un gato, desconfiado y mirando a mi alrededor.

Últimamente la soledad me apodera más de lo que me gustaría, y mi ansia por el calor de alguien me abruma. No son pocas las desconocidas que han estado en mi cama imaginaria, y son todas las conocidas las que han descubierto mi lado más salvaje, desgraciadamente de una forma también imaginaria.

Pero aquí estoy yo rebosante de vida. Esperando mi oportunidad y olvidándome de todo. Siento como me muero de hambre y no encuentro nada que comer. Estoy en un desierto soñando con oasis que no existen. Mis labios están resecos indefinidamente y ni siquiera llueve.

Mi danza de la lluvia asusta a las diosas y ellas por venganza hacen que salga el Sol. Me lamento y miro al cielo, pero este me devuelve el calor de las quemaduras en mi piel. Quemaduras que me recuerdan que no estoy en una pesadilla, sensación que me ata a la realidad.

Mirando al suelo paseo, inmerso en mi interior. Ni mi alma consigue vagar porque se ha convertido en un puzle sin hacer. No sé qué hacer, no sé en qué pensar, ni sé a dónde ir, y a la vuelta de la esquina un bar.

Una birra por favor. Y ésta baña mi garganta, despierta mi hambre y renace mi sed.

Me fijo en una mujer rubia, más o menos guapa y que sonríe mientras habla por teléfono. Algo en ella me enamora, últimamente es extraño que cualquier mujer no lo haga. Cuando se guarda el móvil en el bolso me acerco y le hablo. Le digo la típica gilipollez que le dices a una desconocida a quien te quieres follar. Ella sonríe. Me siento. La hago sentir cercano sin parar de hacerla sonreír. Todo es genial. Nos miramos y sabemos dónde estaremos dentro de un rato.

En cuanto cierro la puerta bailamos la danza de desnudarse sin parar de besarnos. Supero la fase del sujetador con habilidad, pero al quitarme los tejanos me tropiezo y casi me caigo. No tardamos en volvernos a enganchar como animales salvajes. El calor nos envuelve en mi fría habitación, las paredes y los muebles comienzan a sufrir nuestra pasión, pero es mi cama la que se lleva la peor parte. Ella chilla como nunca y me gusta, y la chica disfruta en silencio de los estiramientos mientras pienso en acabar con su silencio.

Después de saberme el mapa de su cuerpo, y aun hambriento, la devoro como un carnívoro. Me siento como un troglodita pero sin nada en las manos y es cuando no respondo de mí…

Soy un hombre lobo y acabo de romper mis grilletes y escapar de mi celda.

Nada me detiene. La miro fijamente y consigo romper su silencio. La trato casi con violencia, ella enloquece y yo muerdo. Mi pelaje se vuelve sudoroso y pasan las horas. El efecto desaparece.

Tranquilo y humano, la abrazo. Ahora todo es frío. Una mujer desconocida invade mi cama. Aun así le mendigo cariño y me siento pobre. La abrazo y cierro los ojos, escucho un ruido y me giro.



Abro los ojos y allí esta él. Altanero y musculoso. Ella guarda el móvil en su bolso y le sonríe. Se besan y se van. Miro en frente. Mi birra agoniza. Otra más por favor.


Zopenko Smith '14

martes, 2 de diciembre de 2014

Volveré a soñar pero sin manos


Es cuando tu alma acaricia la mía, cuando te diría todo el tiempo que he pensado en ti. Tú sonríes. Yo tiemblo, no quepo en mí, soy feliz. Si tú supieras las veces que he soñado en este ahora, en esta mirada, en esta sonrisa, en este momento. No te extrañaría que me desmaye, que tiemble, que te dijera palabras inentendibles que tú entendieras por tonterías.

Me tienes aquí delante nervioso con la sonrisa de un niño como bandera mientras disfrutas como me deshago. Te acercas. Con esas manos suaves y graciosas acunas mi cara con suma delicadeza para deleitarte de cerca, para calmarme con tu fuego.

Es en ese momento cuando todo se agita. Todo se acelera. Nuestros labios se tornan salvajes queriéndose cazar el uno al otro. Mis manos se sumergen en las olas espumosas de tu mar embravecido y nadan buscando tierra prometida. “Savia bianca e pura”* sobre sale de mis manos que bajan a la costa a esconderse.

Tu mirada me mata. Tus zafiros se infiltran en mí y me destruyen. Tu cuerpo se vuelve fuego y yo exploto.


Mi respiración entrecortada me delata. En la oscuridad el humo se desvanece. El fresco de la calle inunda la habitación. Poco a poco el sueño me vence y sonrío. Volveré a soñar pero sin manos.

*Arena blanca y pura

Zopenko Smith '14