Es cuando tu alma acaricia la
mía, cuando te diría todo el tiempo que he pensado en ti. Tú sonríes. Yo
tiemblo, no quepo en mí, soy feliz. Si tú supieras las veces que he soñado en
este ahora, en esta mirada, en esta sonrisa, en este momento. No te extrañaría
que me desmaye, que tiemble, que te dijera palabras inentendibles que tú
entendieras por tonterías.
Me tienes aquí delante nervioso
con la sonrisa de un niño como bandera mientras disfrutas como me deshago. Te
acercas. Con esas manos suaves y graciosas acunas mi cara con suma delicadeza
para deleitarte de cerca, para calmarme con tu fuego.
Es en ese momento cuando todo se
agita. Todo se acelera. Nuestros labios se tornan salvajes queriéndose cazar el
uno al otro. Mis manos se sumergen en las olas espumosas de tu mar embravecido
y nadan buscando tierra prometida. “Savia bianca e pura”* sobre sale de mis
manos que bajan a la costa a esconderse.
Tu mirada me mata. Tus zafiros se
infiltran en mí y me destruyen. Tu cuerpo se vuelve fuego y yo exploto.
Mi respiración entrecortada me
delata. En la oscuridad el humo se desvanece. El fresco de la calle inunda la
habitación. Poco a poco el sueño me vence y sonrío. Volveré a soñar pero sin
manos.
*Arena blanca y pura
Zopenko Smith '14
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